Hablamos con Natasha Ruiz-Gómez…

Reproducimos aquí una conversación informal (entrevista realizada por Alfons Zarzoso en el mes de enero de 2018, en la red) que hemos mantenido con Natasha Ruiz-Gómez a propósito de la conferencia “Curating Pathology at the Musée Charcot” que impartió el pasado miércoles 24 de enero en el Institut d’Estudis Catalans (Sala Nicolau d’Olwer, calle del Carme, 47, Barcelona). La charla, gratuita y abierta a todas las audiencias, ha formado parte del ciclo Objectes perduts: explicar i exposar ciència a museus i altres llocs públics dentro de los coloquios que anualmente organiza la Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica (http://schct.iec.cat/). La entrevista ha sido publicada también en el blog de la SCHCT: Entrevista: Hablamos con Natasha Ruiz-Gomez

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Musée Charcot. Paris, ca. 1894

 

Hablamos con Natasha Ruiz-Gómez, que trabaja como “senior lecturer” en Historia del Arte en la University of Essex. Especialista en arte francés del siglo XIX y principios del siglo XX e interesada en la intersección del arte y la medicina. Ha publicado en Art History, Medical Humanities, Thresholds y en varias antologías, así como en catálogos de exposiciones, como el que recién tuvo lugar en el Statens Museum for Kunst, Copenhagen.  Está gestionando ahora la publicación de un libro donde examina los ‘scientific artworks’ del Dr Jean-Martin Charcot y la Escuela de la Salpêtrière. Natasha ha obtenido diversas becas internacionales, que incluyen un “Research Fellowship” del Leverhulme Trust, un “five-year Research Councils UK Fellowship” y un “Kress Curatorial Fellowship” en el Brooklyn Museum.  También le fue concedida una “Medical Humanities Small Grant” del Wellcome Trust para co-organizar el simposio ‘Collect, Exchange, Display: Artistic Practice and the Medical Museum’ at the Hunterian Museum, London, en 2014.

 

Natasha Ruiz-Gómez se halla en la fase final de la publicación de su investigación sobre los “objetos de ciencia artísticos” producidos en y por la escuela y hospital de la Salpêtrière en el Paris del último tercio del siglo XIX. Aquellos objetos formaron lo que se conoce como “Musée Charcot”, fundamentaron la enunciación clínica de las enfermedades nerviosas y fueron ejecutados por médicos de gran reputación, como el mismo Jean-Martin Charcot o el gran Paul Richer. El arte y la medicina se cruzan de manera clara en este objeto de estudio. Un hecho tan relevante como significativo nos parece la aproximación que hace Natasha Ruiz-Gómez, como historiadora del arte interesada por la intersección del arte y de la medicina, en un contexto de formulación de la ciencia médico donde las formas de expresión y de comunicación permitían el uso de este recurso.  La bibliografía que adjuntamos al final nos ha permitido descubrir algunas de las líneas de esta investigación, así como su aproximación a estos objetos de estudio. Conversamos con ella…

 

Necesitamos situar a Charcot y su forma de entender la construcción del conocimiento médico en el París de la segunda mitad del siglo XIX. ¿Por qué Charcot construye un museo de anatomía patológica? ¿En qué medida ese museo estaba en relación con otros lugares de trabajo hospitalario? Además de las salas clínicas, donde Charcot y su escuela disponían de un auténtico arsenal, un museo de patología viva, nos interesa saber cómo se fundamentó y comunicó el conocimiento creado a partir de la intersección con otros espacios, como el estudio fotográfico o la sala de electroterapia.

As you know, Charcot was famous during his life for giving primacy to the visual.  One of his students, in fact, hypothesized that Charcot studied nervous diseases specifically because their symptomatology was visible.  It makes sense, then, that he would ask the Assistance Publique in Paris to fund a photography studio, a casting studio, and a museum at the hospital, as these were all means to disseminate the visual records of the nervous diseases he and his students studied at the Salpêtrière.  During his celebrated lectures—both in the hospital and abroad—he made use of the materials created in the various studios of the hospital.  The photographs, casts and ‘specimens’ from the museum also helped to establish his reputation around the world, such as when he travelled with some of them to the International Medical Congress in London in 1881.  They complemented the ‘living pathological museum’ of the hospital.  And that ‘living’ hospital also acted in those new spaces: the hysterics were photographed, the ataxics were cast, etc.  There is even an eye-witness account of the ‘Queen of the Hysterics’, Blanche Wittmann, wandering hypnotized around the Musée Charcot, becoming a specimen herself in the process.

 

Nos puedes comentar algo sobre qué tipo de objetos contenía el Musée Charcot, de donde procedían, cómo se ejecutaban. A través del estudio de la obra de Paul Richer, médico y artista en la Salpêtrière, en tu investigación destacas la creación de un nuevo espécimen médico que fue conceptualizado como “scientific artwork”. ¿Cómo puedes definir esta idea o describir este objeto? ¿Por qué aquellos médicos recurrieron a una forma artística de expresión de conocimiento que no se basaba en el registro mecánico? ¿De qué manera esta fabricación de objetividad pone límites a la idea hegemónica de la objetividad científica en aquel período?

The Musée Charcot exhibited bones, casts, drawings, photographs, equipment, sculptures and, as I’ve already mentioned, even patients.  Paul Richer, one of Charcot’s most important protégés and the resident artist at the Salpêtrière, created a series of pathological sculptures for the museum; they include a woman with Parkinson’s and a young man with myopathy, among others.  A colleague at the Salpêtrière, Henry Meige, called one of these sculptures a ‘scientific artwork’.  To me, this term encapsulates the artistic project of Charcot and the Salpêtrière School (and it is why it is the title of my book).  To the doctors at the Salpêtrière, the term ‘scientific artwork’ was not an oxymoron: instead, it indicates the deliberate conflation of the objective (scientific) and subjective (artistic) binary in Richer’s sculptures specifically and in the myriad images and objects illustrating nervous pathology that emerged from the Salpêtrière at the end of the nineteenth century.  This is what I find fascinating about Charcot and the Salpêtrière School: they claimed to be perfectly objective, but then they consciously utilized artistic practices and the history of art in order to craft medical imagery and objects.  Of course, this runs counter to Daston and Galison’s argument in Objectivity (Zone Books, 2007) that the dominant paradigm at the end of the nineteenth century was ‘mechanical objectivity’, epitomized by the camera.  Charcot and his students do not fit neatly into any of the ‘epistemic virtues’ that Daston and Galison attempt to define.

 

Nos interesa el proceso de creación de aquella cultura visual material en la Salpêtrière desde la perspectiva del sujeto enfermo. ¿Tuvo algún papel el paciente en aquel proceso? ¿Se convirtió el paciente en un simple caso clínico? ¿En la medida en qué se construyó un ejemplo patológico, el paciente representado perdió su identidad?

Charcot was generally interested only in hearing patients recount their symptoms. It is well known that he often discounted what they were saying and, when giving a lecture using patients as examples, he could sometimes speak brutally about their symptoms or their fate.     

One of the things that I’ve tried to do in my book is to return to the patients their name and their voices, as much as possible.  Most of the patients at the Salpêtrière were working class women—individuals who already did not have much of a voice.  It is significant that the titles of Richer’s pathological sculptures give only the illness and not the patient.  Yet, at least in one case, the name of the patient is ‘written’ on their chest, incised by Richer into the wet clay or plaster.  These sculptures are meant to represent a ‘type’ but, at the same time, they are clearly portraits of specific individuals.  The tension between these two concepts—‘type’ and ‘individual’—is inherent in the work.  However, I think that using art historical terminology—in this case, the term ‘portrait’—is useful in providing a new way of thinking about this kind of medical specimen, which seems unique to the Salpêtrière.

Nouv. Iconogr. de la Salpêtrière. Phototype Nég. A. Londe. Esculturas de Paul Richer: Busto de mujer que padece una parálisis labioglosofaríngea y Actitud y Facies en la enfermedad de Parkinson.
 

 

La investigación sobre Charcot y Richer muestra que la Salpêtrière se convirtió en un lugar de fabricación de evidencias científicas relacionadas con la naciente neurología. Nos hallamos ante una cultura material formada por representaciones visuales en todo tipo de soportes –modelos anatómicos, bustos, fotografía, ilustraciones, dibujos, grabados, pinturas- que fueron comunicados a través del museo, de salones y congresos y, de manera especial, del mundo editorial. Incluso se plantearon la producción seriada de una colección de yesos neurológicos. ¿Se puede hablar en términos empresariales de un negocio fundamentado en aquella nueva ciencia?

This is an interesting question.  I think that perhaps there was an attempt at disseminating some of these objects on a larger scale.  As you mention, Richer’s ‘scientific artworks’ are a case in point.  In 1895 they were marketed, presumably to other medical museums, under the title ‘Plaster Collection of the New Iconography of the Salpêtrière’, without much success.  Of course, by then there were new medical technologies that introduced other ways of seeing—I’m thinking here of x-rays, for example.  A collection of sculptures might have seemed very old-fashioned.

 

¿Qué sabemos sobre los públicos del Musée Charcot? Las representaciones pictóricas de la Salpêtrière suelen mostrar un ambiente docente o de sesión clínica. Nos preguntamos sobre el régimen de exhibición de aquellos objetos: ¿en qué condiciones se exhibían aquellos objetos? ¿Cómo se miraban estas piezas?

I have not found many mentions of the Musée Charcot in the press, so it is hard to speak of its public(s).  One can presume that some of the attendees of Charcot’s lectures must have seen it.  We do know that it was visited by people as diverse as a Belgian psychologist and a writer—a man of science and a man of letters, which already says something about the diverse publics who had access to it.  The latter, Maurice Guillemot, wrote a very evocative description of the museum, in which he compares it to Dante’s Inferno and ‘the macabre work of Poe’.

 

Sabemos que Richer, autor de algunas de aquellas piezas, un científico sin formación artística reglada ganó el puesto de profesor de anatomía en la Escuela de Bellas Artes de París y llegó a ser el primer médico elegido miembro de la Academia de Bellas Artes. ¿Qué impacto tuvo Richer en los salones artísticos de su época? ¿Cuál ha sido la consideración de su obra escultórica desde la historia del arte? Por otra parte, si pensamos en los espectáculos populares del París fin-de-siècle, nos preguntamos si se puede establecer una relación entre los bustos parlantes del Musée Charcot –expresión de una enfermedad- y las cabezas parlantes de las barracas de feria?

Richer started exhibiting at the Paris Salon while still at the Salpêtrière.  While one of his early artworks was vaguely scientific, the others could be characterized as Realist or Naturalist.  They depict labourers, such as a Harvester, a Reaper, a Sower, etc.   His work is in the style of Jules Dalou, who was an important figure at that time but is mostly forgotten today.  Richer’s Salon sculpture is not usually included in the art historical canon—and I don’t think it should be!  If we consider that Rodin was already working on the Gates of Hell at that time, then it becomes clear that Richer’s sculpture is quite retrograde both in style and subject matter.  It is nonetheless impressive, especially for a self-taught sculptor.

It is hard to make a comparison between the contents of the Musée Charcot and popular exhibitions from the time.  The hospital setting gave the museum a legitimacy that itinerant shows lacked.  However, one of these travelling shows—the collection of Dr Spitzner—used Charcot’s image for its own purposes.  A poster for the Spitzner collection included a reproduction of the famous Salon painting by André Brouillet, Une Leçon clinique à la Salpêtrière (1887), which shows Charcot discoursing to le tout  Paris as a hypnotized hysteric swoons to his side.  This painting may also have been reproduced on one of its facades.  Moreover, Sptizner commissioned a life-size wax rendering of the group of Charcot and the hysteric from the Brouillet painting, which would have greeted the visitor to his collection.  I’m sure Charcot never imagined that he himself would be turned into an image!

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Une leçon clinique à la Salpêtrière, Pierre Aristide André Brouillet, 1887, 290cm x 430cm, Université Paris Descartes, Musée d’Histoire de la Médecine

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Further reading:

Natasha Ruiz-Gómez, A Hysterical Reading of Rodin’s “Gates of Hell”, Art History, 36.5 (2013): 994-1017 doi: http://dx.doi.org/10.1111/1467-8365.12047

Natasha Ruiz-Gómez, The “Scientific Artworks” of Doctor Paul Richer, Medical Humanities, 39:1 (2013), 4-10 http://doi: 10.1136/medhum-2012-010279.

Natasha Ruiz-Gómez, Shaking the tyranny of the cadaver: Doctor Paul Richer and the “Living Écorché”, in K. Wils, R. de Bont, S. Au (eds), Bodies Beyond Borders. Moving Anatomies, 1750-1950, Leuven UP, pp. 231-257.

 

Resumen de la conferencia: Curating Pathology at the Musée Charcot

The Hôpital de la Salpêtrière was at the center of the hysteria ‘epidemic’ in late-nineteenth-century Paris, but its museum of pathological anatomy, the so-called Musée Charcot, exhibited photographs, drawings, skeletons, anatomical specimens, casts and sculptures of ‘artistic pathology’ that depicted other, more disquieting illnesses.  Founded by artist-manqué Dr Jean-Martin Charcot (1825-1893), head of the hospital’s medical service for over thirty years and one of the founders of modern neurology, the museum was populated by works created by the many doctors whose artistic sensibilities were nurtured by Charcot.

The Musée Charcot offered a partial and idiosyncratic vision of nervous disease.  The only known photograph of this museum, which is no longer extant, shows a curious group of objects and images, which coalesce under the umbrella of medical evidence.  If illumination was the presumed goal of the anatomical museum since the Enlightenment, the exhibits here more often resulted in the obfuscation of pathology.  In addition to shedding light on this space of curated morbid anatomy, this talk focuses on the mostly unknown and unpublished albums from the Musée Charcot’s collection that replicate the museum’s methodology in miniature.  In these ‘lost objects’, accomplished drawings and enigmatic photographs compete with more ‘objective’ graphs and diagrams to represent the pathologies seen at the Salpêtrière.  Like the anatomical specimens, sculptures, wax casts, medical equipment and reproductions of artworks in the museum—or the objects in an early modern Wunderkammer—the contents of the albums cohere only when seen as the collection of a single individual: the Musée Charcot’s formidable founder.

Hablamos con María José Galé…

Reproducimos aquí una conversación informal (entrevista realizada por Alfons Zarzoso en el mes de enero de 2018, en la red) que mantuvimos con María José Galé a propósito de la conferencia “¿Dónde se sitúa el escenario? Desviar las miradas sobre lo espectacular” que impartió el pasado martes 6 de febrero en el Institut d’Estudis Catalans a las 19h (Sala Nicolau d’Olwer, calle del Carme, 47, Barcelona). La charla, gratuita y abierta a todas las audiencias, forma parte del ciclo Objectes perduts: explicar i exposar ciència a museus i altres llocs públics dentro de los coloquios que anualmente organiza la Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica (http://schct.iec.cat/). La entrevista ha sido publicada también en el blog de la SCHCT: Entrevista: Hablamos con María José Galé

 

Hablamos con María José Galé,  asesora de formación del profesorado y profesora en el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura y las Ciencias Humanas y Sociales en la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza. Es también formadora ciudadana en el marco de una sociedad y una escuela inclusiva desde una óptica de género y de interseccionalidad. Dispone de una formación universitaria multidisciplinar –filología, psicopedagogía, magisterio, psicología y filosofía- que traslada a sus objetos de estudio –los cuerpos- en la encrucijada del pensamiento crítico feminista, el arte, la filosofía y la literatura. Se doctoró en la Universidad de Zaragoza (2013) con un estudio sobre corporalidades singulares a la luz del pensamiento de Judith Butler.  En 2016, Edicions Bellaterra publicó su libro Mujeres barbudas. Cuerpos singulares, que ha sido leído ya en diversas ciudades a ambos lados del Atlántico y reseñado en este enlace. Se pueden consultar otras entrevistas a M.J. Galé, aquí y también aquí.

mujeres barbudas

Comenzamos por la palabra. El libro Mujeres barbudas. Cuerpos Singulares arranca poniendo de manifiesto el peso del lenguaje. Hay una dificultad de definir el cuerpo y una necesidad de entender la categorización de lo corporal en cada contexto histórico. Nos preguntamos en qué ha influido el pensamiento de Judith Butler en tu comprensión y defensa de una propuesta que comprenda “todos los cuerpos”.

Me interesa la idea que formulas de una propuesta que “comprenda” en el sentido de abarcar y en el de entender, ya que vivimos un momento en el que tenemos la oportunidad de ampliar nuestros conocimientos, nuestra capacidad de comprensión ampliando las nociones de lo pensable y de lo vivible. Leer y escuchar a Judith Butler supuso precisamente esa posibilidad, por un lado la de poder cuestionar y desmantelar las nociones que se establecen como inamovibles en relación al cuerpo y por, otro lado, la de evidenciar que pensamos desde nuestros cuerpos, no en y desde la abstracción.

 

En el libro hablas de cuerpos singulares, fronterizos o mestizos que habitan una zona gris donde la diversidad corporal desafía el binarismo y la normatividad. Y aquí es donde aparece tu objeto de estudio: las mujeres barbudas. Nos ha recordado el descubrimiento de J. Halberstam en Skin shows (1995) de la construcción del cuerpo monstruoso en las representaciones visuales de la contemporaneidad. ¿Podemos hablar de una semejanza entre las mujeres barbudas y la condición corporal monstruosa entendidos como cuerpos resistentes ante el discurso hegemónico?

Las mujeres barbudas tienen cuerpos que resisten al discurso hegemónico en muchos sentidos, ponen en tela de juicio muchas de las certezas que se venían considerando acerca de lo humano y se sitúan en un límite de lo pensable que logra que lo pensable deba rearticularse. Hay una necesidad de pensar el cuerpo justo en ese lugar de límite. Esa noción de zona gris, tal y como indico en el libro, la tomo de una intervención de Laura Bugalho y me resulta muy productiva porque implica pensar desde otro lugar.

 

En tu recorrido de las representaciones culturales sobre mujeres barbudas desde el siglo XV a la actualidad, el contexto histórico resulta revelador de la construcción del dualismo sexual. Nos interesa saber cómo la fascinación ante lo maravilloso, la mujer barbuda, se refleja a través de lo artístico.

Me ha resultado muy curiosa esta idea de la fascinación. Se podría hacer un recorrido de escenario en escenario en el que las mujeres barbudas supongan un hilo de sentido para todo el trazado del pensamiento occidental y al tirar de él, al tratar de recorrerlo, encontramos que el trazado propuesto hasta ahora no era sino una posibilidad más entre otras que precisamente ha rescatado del olvido de manera prioritaria y sistemática a algunos cuerpos que podríamos sintetizar en esa idea de un sujeto occidental hegemónico que no es nada abstracto y que siempre es un hombre y siempre cuenta con una serie de características. Esa fascinación por estas mujeres es un elemento que ha permitido rescatar más documentación a través de las imágenes, las postales, la publicidad, los carteles…, porque las historias de los sujetos no hegemónicos siempre resultan más difíciles de rastrear.

 

En esa línea, nos preguntamos cómo explicar la  llamativa y persistente presencia de las mujeres barbudas sometidas a regímenes de exhibición diversos, pero moldeados a partir de conceptos como “curiosidad de la naturaleza”, en diferentes espacios, bajo relaciones de patronazgo diversas y con públicos muy variados, desde los cortesanos y aristócratas de los primeros gabinetes a los públicos populares de los circos ambulantes.

Hay una suerte de “cierre” de la interpretación, de búsqueda de un sentido concreto en algunos de los regímenes de exhibición, fundamentalmente a partir de un cierto momento. La exhibición de los cuerpos es una constante puesto que nos sometemos en cada momento a una interpelación por parte de nuestro contexto que regula la norma de género. Los cuerpos singulares confrontan esa norma de un modo contundente y ello supone un fuerte cuestionamiento para el que el escenario constituye en cierto modo un elemento “paliativo”, en el sentido de que se intenta de algún modo que el elemento discordante con lo normativo se comprenda como extraordinario y produzca más fascinación que quiebra. Un momento de inflexión en este aspecto será aquel en el que por ejemplo Jennifer Miller sea quien proponga cuál será el régimen de exhibición en el que se verá su cuerpo, porque la posibilidad de mirar cambia de un modo constitutivo.

 

La intersección de las fuentes literarias y de las representaciones pictóricas es una constante en tu búsqueda de inscripciones, rastros y testimonios de mujeres barbudas en época moderna. ¿Cómo debemos entender ambas formas de expresión en la construcción de las fronteras entre la normalidad y el extrañamiento? ¿Se trata siempre de discursos indirectos, apenas existe el relato personal de la mujer barbuda?

Considero que esto estaría en línea con la respuesta anterior, hay una potencia fundamental implícita en el poder decirse a una misma, en el hecho de que sean tus propias palabras aquellas que verbalicen tu vida a través de distintos medios. He encontrado pocas ocasiones en las que rescatar textos cuya autoría pueda atribuirse a las propias mujeres barbudas hasta la contemporaneidad con Vivian Wheeler o Jennifer Miller, exceptuando a Za Za Frazee, Josephine Clofullia o Percilla Bejano. 

Pero siempre hay un “decirse” de algún modo implícito en la aparición del cuerpo ante la mirada y es necesario recuperar esa idea, comprender al cuerpo como un discurso complejo que supone una narratividad del yo.

 

Buena parte de las mujeres barbudas que nos presenta tu libro proceden del ‘largo’ siglo XIX, epóca de cambios profundos en la sociedad occidental. Uno de ellos, la aparición del ocio y la espectacularización de la vida cotidiana. Todas aquellas mujeres fueron objeto de exhibición y de negocio y se sometieron a la mirada masculina, pero nos parece relevante la incorporación masiva de mujeres en espectáculos populares en este período. ¿Qué papel jugaron como objetos de consumo en la construcción de unos roles de género, de unos cánones de feminidad y de belleza, y de un conocimiento normativo?

En realidad he ido recogiendo documentación acerca de las vidas de las mujeres que trabajaron en el mundo del espectáculo y también de aquellas de las que se conservan testimonios, seguro que no son todas ellas. En cualquier caso entiendo que hay cuerpos que se constituyen como un “afuera” del canon, justo como lo que constituye el exterior de la norma de belleza, como “lo otro” que se desea que indique precisamente lo que pretende la propia norma.

Pero no siempre es posible, en ocasiones sucede que, como Annalisa Hackleman, la mujer barbuda se sitúa en el otro lado de la cámara y toma otras decisiones acerca de lo que significa el canon de belleza y en ese momento es capaz de producir nueva norma y de resignificar esas nociones.

 

Otro aspecto fundamental en este período es la irrupción y uso de la fotografía. ¿Cómo se manifestó la anomalía de la mujer barbuda a partir de su condición de celebridad pública debido a la circulación de retratos que las llevaron a rebasar el escenario circense para entrar en el imaginario colectivo? ¿Se produjeron transgresiones de códigos que definían el cuerpo, el género y la sexualidad? ¿Cómo se negoció la desviación de los códigos de feminidad normativos?

Esta pregunta no la entiendo muy bien. En realidad no hay una anomalía, hay una circunstancia corporal singular presente en muchas personas que han sido asignadas al ámbito de lo que de un modo hegemónico se considera una mujer. Se entra en un imaginario colectivo que comprende lo circense o lo espectacular como un elemento separado de la realidad y que quiere circunscribir algunos cuerpos al ámbito de lo anómalo, precisamente para reiterar la idea de que hay algún tipo de naturalidad en la norma. Pero la norma es una imposición artificiosa en los cuerpos y la fotografía no solo sería un elemento testimonial sino productivo de realidad. Y ello supone que cada fotografía puede constituir una repetición distinta de lo que significan las nociones convencionales de lo que pueda ser una mujer y, por tanto, una oportunidad de fisurar los códigos normativos.

 

En este período también se asiste a la construcción de la objetividad y del profesional experto, del médico capaz de afirmar la sexualidad.  La mirada médica se identifica con la masculinidad y ese ojo clínico se fija en el cuerpo entendido como espacio de identidad. En el libro se descubren informes periciales, autopsias, fotografías… ¿Cómo se enuncia y se describe en el cuerpo de la mujer barbuda lo normal y lo patológico en el discurso médico?

En el proceso de acercamiento que he venido realizando se puede ir recogiendo información acerca de ese “constructo” que venimos denominando la objetividad. Los informes médicos que se van publicando durante un tiempo son informes difusos donde se reúnen descripciones de diversa índole que, desde mi punto de vista, evidencian en muchas ocasiones la idea butleriana de que es el dispositivo de género el que se cierne sobre lo corporal para producir su naturalización. La descripción abarca cuestiones observadas en los cuerpos y también elementos que guardan relación con el tamaño de distintas partes, como las manos o las piernas, aludiendo en distintas ocasiones a si son femeninas o no, los gustos, la manera de andar, la voz al cantar o la posibilidad de cuidar de forma adecuada de su descendencia.

 

En la parte final del libro aparecen las mujeres barbudas de nuestra contemporaneidad. En el poder de la barba, Jennifer Miller parecería un ejemplo clave de la idea de experiencia vivida, por una parte, y del acto de forzar a ser mirada, por otra, como mecanismos que articulan pensamiento y que confrontan lo hegemónico. ¿Podemos plantear esas opciones personales de vida como formas de resistencia? ¿Nos hallamos ante la consolidación de un “giro corporal” en la sociedad occidental marcado por el feminismo y la teoría queer?

Por supuesto podríamos plantearlas como formas de resistencia y eso ya sería una reivindicación muy interesante, pero además pueden comprenderse como formas de producción, una producción en positivo de posibilidades de vida para todos los cuerpos, incluidos aquellos que albergan el deseo y la ficción de pertenecer a la norma porque representan su performatividad de género de un modo menos disidente.

En este sentido nos encontramos ante la idea de que los cuerpos producen oportunidades para el conocimiento que son distintas a las que se pueden producir desde otros ámbitos. En su performatividad en todos los contextos la aparición de distintos cuerpos nos permite vulnerarnos, comprender la vulnerabilidad de las categorías que nos constituyen, de nuestras certezas y de nuestras vidas.

Annie Jones

Una de les fotografías de Annie Jones (1865-1902), realizada por Charles Eisenmann, como material de venta para el público de los espectáculos de P. T. Barnum.

La anatomía de la medicina en Padua: el MUSME

La medicina, dijo Sigerist, es una de las cosas más estrechamente vinculadas con el conjunto de la cultura, puesto que toda transformación en las concepciones médicas está condicionada por transformaciones en las ideas de la época [107, 42]. George Canguilhem, “Las implicaciones de una teoría”, Lo normal y lo patológico, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1971, p. 73.

Las dolencias del cuerpo, que muchas veces reflejan las dolencias del alma, han sido siempre pensadas –no de la misma manera ni con los mismos contenidos– en culturas y tiempos distintos; pero el bienestar del cuerpo mucho ha tenido que ver con la estabilidad del cuerpo social. Tal como lo señalaron Kant en el siglo XVIII y Canguilhem y Foucault en el XX, la medicina es una ciencia con poder y de poder. En esa línea podemos afirmar que la medicina es también una ciencia política.

Y para hablar de la historia de esta ciencia vital en más de un sentido, ciencia que se configura en el borde entre el vivir y el morir, se creó, hace apenas tres años, en enero del 2015, el Museo de Historia de la Medicina (MUSME) en la hermosa ciudad de Padua, en Italia –lugar al que me ligan amistades por mi estancia ahí como estudiante de maestría durante un año.

Ahí, en lo que fue el primer hospital ‘moderno’ paduano encontramos esta asombrosa colección. Es en Padua donde se conserva en la universidad, dentro del palacio del Bo, uno de los teatros anatómicos más famosos, elaborado en el siglo XVI (sobre este puede leerse y ver: http://www.unipd.it/esterni/visiteweb/english/pagine/teatro.htm), contemporáneo de un personaje que transformaría la anatomía con la publicación de su obra De humanis corporis fabrica: Andrea Vesalio (1514-1564).

¿Acaso hay espacio más fascinante que el cuerpo humano? ¿De qué está hecho, cómo se organiza? ¿qué y cómo se enferma? ¿qué lo puede curar? ¿cuáles son los remedios, los procesos que lo alivian? ¿cómo todo eso se ha pensado a lo largo del tiempo, en la medicina occidental? A estas y otras preguntas se intenta responder a lo largo de las 6 salas que constituyen el MUSME.IMG_6357

Video que abre el museo de y con Sibila de Cetto, fundadora del hospital de San Francisco Grande (s. XV). La pantalla es del tamaño de una persona.

Como mencioné, el museo está emplazado en lo que fue el primer hospital ‘moderno’ de Padua, fundado en 1414 por una mujer –siempre una mujer de por medio y en este caso sí se le da todo el crédito– Sibilia de Cetto, esposa de Baldo Bonafari –nobles patavinos del siglo XV. Sibila fue quien lo mandó construir e implementar y fue denominado de San Francisco Grande, ya que se encuentra a un costado de la iglesia de San Francisco de Asís y ella y su marido eran devotos franciscanos. Se indica que se diferenciaba de los otros espacios hospitalarios de la época por su ubicación –en pleno centro urbano–, su estructura y su organización, pasando de hospicio a hospital porque además de recibir a enfermos indigentes daba asistencia sanitaria de manera amplia y general.

El edificio en sí mismo es muy bello, y continúa con la tradición de las fachadas con arcadas que circunda todo el centro de la ciudad. El antiguo hospital, hoy museo, se encuentra a escasas cuatro cuadras del palacio del Bo y del palacio comunal (sede del ayuntamiento).

La colección conformada para instituir el museo es asombrosa en varios sentidos porque, retomando la riqueza y fuerte tradición de la escuela médica patavina que era conocida y reconocida en toda Europa en los siglos XV y XVI, presenta –en las primeras salas– de manera interactiva los libros más famosos producidos en plena región del Véneto y que revolucionaron la anatomía y por ende la medicina europea.

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Giovanni Battista Da Monte (1498-1551). In primi lib. Canonis Auicennae primam fen, profundissima commentaria (Comentario sobre la primera parte del Canon de la medicina de Avicena), Venecia, 1558. Fondo Austoni.

Se ha hecho un esfuerzo y gracias a que los han digitalizado, tenemos ahora la posibilidad de hojearlos y ojearlos, ver algunas anotaciones, y mirar, con mayor detenimiento, cómo estaban conformados, los ricos elementos iconográficos y de cuidado estético de las ediciones:

 

Ejemplos de 2 de los 17 libros digitalizados que podemos revisar una y otra vez, sin guantes ni cubreboca. Uno de Gabriel Falopio y el otro de Juan Valverde

El cuerpo, sus padecimientos, patologías, sintomatologías, los remedios para curarlo o paliar el sufrimiento, y las disciplinas que se han abocado a ello: la anatomía, la fisiología, la farmacia, la medicina y sus especialidades correspondientes a sentidos o sistemas, son los sujetos de este museo.

Y uno de los rasgos que lo caracteriza es la remarcable interactividad que presenta, tanto por los personajes históricos que en videos de cuerpo entero introducen a la sala o explican algo del contexto general en que se desarrollaron visiones, instrumentos, prácticas –la propia Sibila, Galileo Galilei, Andrea Vesalio, Giovanni Battista Da Monte (amigo de Vesalio y médico también que conocía a profundidad las obras árabes de medicina), Santorio Santorio (médico afincado en la República de Venecia, estudioso del metabolismo y que diseñó instrumentos para dar cuenta de él, cuyo cráneo se expone en una sala más adelante porque lo donó para ser estudiado), Prospero Alpini (botánico y médico, director del Jardín Botánico de Padua a inicios del siglo XVII) y Giovanni Battista Morgagni (reconocidísimo anatomista y patólogo del siglo XVIII); como por la serie de aparatos médicos que se encuentran a lo largo del trayecto y los visitantes podemos usar para experimentar, tomarnos la presión, escuchar y medir el latido cardiaco, etcétera.

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En los paneles se articulan muy bien, a través de las líneas del tiempo ya típicas en las exposiciones, lo que acontece en la ciudad de Padua y en el mundo occidental con los hitos en la historia de la medicina. Así podemos enterarnos que la legendaria universidad de Padua, acogió el trabajo de Andrea Vesalio y las protestas y curiosidad que despertaron sus prácticas profanas –de abrir los cuerpos y contradecir la autoridad galénica–, cuya resultado fue la obra De humanis… (1543), es simultáneo a la publicación de Revolutionibus orbitum coelestium de Copérnico (1543) y al inicio del Concilio de Trento (1545-1563).

 

El museo intenta dar cuenta de una historia de la medicina rica y compleja al exponer también especialidades o momentos de la misma que ahora ya no forman parte de este campo del saber. Que de alguna manera quedaron en el olvido o fueron tajantemente rechazados, como ejemplo está la frenología. Así se muestran modelos craneológicos utilizados en el siglo XIX para enseñar a escudriñar y ubicar protuberancias y modificaciones que dieran cuenta de la personalidad y rasgos físicos y morales del paciente: “muéstrame tu cráneo y te diré quién eres”.

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Modelo frenológico

No podía faltar la mención a la farmacéutica, sus orígenes botánicos y la importancia del orto botanico de Padua (primer jardín botánico universitario del mundo) y los especímenes que, trasladados de todos los rincones del planeta, llegaron ahí y fueron meticulosamente clasificados.

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Herbario del jardín botánico

Cierra el itinerario expositivo del museo con un cuerpo enorme de 8 metros sobre el que se proyectan algunos dibujos del libro de Vesalio y que nos habla desde su aparente inmovilidad monumental. Nos muestra y demuestra muy gestualmente lo fascinante que es aproximarse al cuerpo, estudiarlo, hurgar en él, traspasar la piel, ir a las entrañas y hacerlo artísticamente como lo logró Vesalio en colaboración con un dibujante de la escuela de Tiziano.

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Y lo circundan en alto una serie de salas dedicadas a los sistemas orgánicos (cerebro, ojos, oídos, corazón, pulmones, aparato digestivo, aparato locomotriz, ginecología y obstetricia) etcétera). Esta es la parte quizá menos interesante y sobre la que se ha trabajado menos, se presenta de manera más esquemática en vitrinas instrumentos y objetos, con algunos carteles explicativos.

De las cosas más sugerentes y creativas porque apuestan por mostrar la relación entre la medicina, la corporalidad y el arte la constituye una pantalla interactiva donde se despliegan una serie de cuadros famosos en la historia del arte occidental que incorporan, literalmente, una reflexión sobre la fisiología y cómo aparecía mediante objetos, cuerpos, cráneos, sustancias.

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Me parece que el museo cumple con sus objetivos de divulgación y de aprender haciendo, sin embargo hay algunas cuestiones que me gustaría dejar anotadas para la reflexión: ¿dónde quedan las miradas otras que sobre el sanar, curar, remediar, se tienen, y que dialogaron y se confrontaron con esa llamada medicina occidental? ¿Cómo dar cuenta de manera crítica, de la medicina que se lleva a cabo actualmente? En última instancia, ¿para qué nos sirve la historia de la medicina, sino para invitarnos a pensar y repensar a los cuerpos de otras maneras, desde otras perspectivas? ¿qué corporalidades ha configurado la medicina como ciencia del hacer? ¿qué patologías? ¿cómo podemos tener una buena vida y también una buena muerte? En este momento, de privatización de la salud a nivel mundial y donde sólo unos cuántos privilegiados en el mundo tienen acceso a ella,¿qué políticas atraviesan lo sanitario? ¿cómo podemos hacer una medicina otra, que sea más incluyente y solidaria? Y cómo podemos reconocer que sí, una es todas las capas de su cuerpo!

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Aquí la página web del museo: http://www.musme.it/